Ramón Puyol admiraba estilos de diferentes artistas como Cézanne, Gauguin, Toulouse-Lautrec, y especialmente Monet y Manet. Su principal influencia, sin embargo, es la naturaleza. Los colores cambian a la luz, el brillo y la transparencia inspiran él para retratar una sorprendente reflexión de la luz sobre el agua.
Su obras son de una simplicidad aparente por el frescor espontáneo de la pincelada, pero que encierran un estudio profundo de los valores esenciales de la pintura, producto de una decidida vocación y de un dominio de oficio depurado y sobrio.
Ese es el secreto de sus obras:
coherencia, dominio de la técnica, el punto justo de enfoque y algo que no se aprende en ningún sitio, que es el perfecto equilibrio del color.
En resumen, un deleite para la vista.
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